
Publicado en el Diario de Yucatán
3 marzo, 2018
Silencio calmo
Dora A. Ayora Talavera (*)
Rompiendo ese silencio calmo de amor que solía haber desde hacía tiempo, le preguntó:
—¿Te acostumbrarás a mí?
Y como si la respuesta hubiera estado planeada, de inmediato le contestó:
No, no quiero acostumbrarme a ti. Pero no quiero acostumbrarme a ti de una manera en la que me vuelva indiferente, que deje de apreciar los detalles de tu “estar ahí”, no quiero acostumbrarme y actuar como si fueras sólo algo más en mi vida.
No quiero dejar por costumbre de alegrarme porque voy a verte, de desear que me acaricies y me ames.
No quiero acostumbrarme de tal manera que no importe si llegas temprano o tarde, si ya comiste y estás bien, si te sientes alegre o triste.
No quiero acostumbrarme a tu presencia y se me olvide decirte que te amo, acostumbrarme y que ya no me ilusione escribirte cartas, mensajes, hacerte dibujos o que se conviertan en algo molesto y rutinario.
No quiero acostumbrarme a ti y que desaparezcas…
Pero la respuesta también es sí, mil veces sí, sí quiero acostumbrarme a ti, quiero que seas mi hábito más bonito, mi rutina especial, mi costumbre favorita.
Quiero que estés en todos mis días, tardes y noches, en las madrugadas de desvelo, en mis noches de insomnio —aunque no las tenga, es por si acaso—.
Quiero acostumbrarme a ti y que seas mi adicción más perfecta, que seas mi aire para respirar, quiero tu boca en la mía, tu cuerpo en mí, tu voz, tus sonidos, sabores y olores en mí.
Quiero acostumbrarme a todo eso para disfrutarlo todos los días, para despertar sabiendo que estás ahí; para soñar contigo, para acompañarte mientras te bañas; quiero la costumbre de comer, desayunar, cenar con tu compañía. Acostumbrarme a llorar y reír en tus brazos.
Quiero acostumbrarme de tal manera que la gente sepa que cuando tú llegues a algún lado, yo estoy a punto de entrar por la misma puerta; acostumbrarme de tal manera que te llamen para preguntar dónde estoy, y que mi familia y amigos te llamen y te pidan que me digas que por qué no los he visto.
Acostumbrarme para que en Navidad cocine con tu mamá un pavo delicioso que todos vamos a disfrutar.
Quiero acostumbrarme a ti para que vivas, para que estés presente, que tu figura me sea cotidiana, para que alegres todos los días de mi vida, quiero acostumbrarme a ti para que siempre seas mi imagen visible, mi presencia favorita y más deseada…
Al terminar, se miraron, con esa mirada cómplice, el silencio calmo de amor regresó y así permanecieron lago rato.— Mérida, Yucatán.
dora.ayora@gmail.com
Doctora en Filosofía y directora de la agencia de relaciones humanas Quinientos25